«No hay burlas con el amor», pero puede ser divertido

Para un cultureta (o kultureta) es un placer ver lleno un corral de comedias para presenciar una obra de teatro del Siglo de Oro. Se consolida en Granada la oferta cultural para el verano que propone el Corral del Carbón: la magia del espacio ayuda especialmente para el género dramático y Teatro para un instante sabe aprovecharla en la representación de “No hay burlas con el amor”, para confirmar que es compatible la apuesta por los clásicos con pasar un rato divertido.
El experimentado cuadro de actores de la compañía sabe darle la chispa necesaria a la puesta en escena de los personajes de una comedia en la que ya están muchos de los ingredientes de lo que ahora Hollywood comercializa como “comedia romántica”: historias de amor que se enfrentan a dificultades familiares, enredos, celos, equívocos, complicidades con amigos (en la comedia clásica representados por el mundo de los criados) y el esperado final feliz que encaja todas las piezas del amor. Incluso cuenta este clásico con algún duelo a espada que le da colorido a la acción.


Las escenas del texto de Calderón se van intercalando acertadamente con breves intervenciones de música en vivo que giran alrededor del tema, “no hay burlas con el amor”, al que hay que tomar en serio porque al final siempre vence. Los propios actores y actrices lo defienden cantando, desde la primera melodía que nos lo anticipa, cuando aparecen en la galería del primer piso con los versos de Juan del Encina que nos recuerdan aquello de “más vale trocar placer por dolores que estar sin amores”.
El conjunto de la puesta en escena sabe mantener el ritmo necesario para que la obra se haga amena. La comicidad no solo es asegurada por los actores que representan a los criados, Inés y Moscatel, sino también por los que encarnan a los personajes nobles, que colaboran en la creación de ese tono humorístico; en especial, el de Doña Beatriz, con su parodia sobre los excesos de un lenguaje rebuscado y antinatural. Obviamente, Calderón no es Simone de Beauvoir, y algún puntillo de misoginia se podrá ver en los diálogos que critican a esta mujer que habla “con latines”, pero no nos vamos a zambullir en esas profundidades, ni en cuestionar la propuesta ideológica de la comedia barroca sobre el amor, que estamos en verano y nos podemos derretir.

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Nos quedamos con el acierto en la recreación de un clásico, acercándolo al público de hoy, de una forma fresca, divertida. Hace años, en una de las adaptaciones de La venganza de Don Mendo, un personaje entonaba unos segundos de la canción del momento, Son tus perjúmenes mujer. Esas bromas cómplices suelen ser bien recibidas por el público, y a los que tenemos una cierta edad nos hizo gracia que en medio del texto de Calderón el personaje del criado recitara aquello de “Pobre tonto, ingenuo charlatán, yo fui paloma por querer ser gavilán”.
Por último, mencionar la dedicatoria que se hizo entre los aplausos finales a Antonio Sánchez Trigueros, presente entre el público, que tanto ha hecho por el teatro en Granada (recordemos el Festival Internacional que dirigió) reconocimiento al que nos sumamos los que hemos tenido la suerte de asistir a sus clases en la Universidad.

¡Larga vida a los clásicos, y a los Veranos del Corral!

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